No había gallo que cantara al quebrar el alba, pero Dana estaba
acostumbrada a levantarse muy temprano, y se despertó sin necesidad de que
nadie la llamase. Al principio se sintió desorientada, hasta que recordó de
golpe dónde estaba. Saltó de la cama y se apresuró a correr hacia la ventana
para mirar el paisaje.
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